Cataluña, Espanya y el miedo a la democracia


Desde hace días quiero compartir con vosotros y vosotras algunas reflexiones personales sobre el interesante y complejo debate entre el encaje y la convivencia de Cataluña y España. Digo interesante porque nos plantea algunas preguntas que pienso que, aún con dificultades, nos van a conducir a un lugar mejor para una gran mayoría -aquí mi parte de optimismo innato-. Y digo complejo por tres razones esenciales: primero por la sensibilidad de un contenido que interpela nuestra identidad individual y colectiva; segundo por los poderosos intereses económicos que acompañan éste y todos los debates territoriales; y finalmente, por la incapacidad manifiesta y reiterada de nuestra clase política para promover el bien común, su falta de ética en su fijación por conseguir el poder, y su falta de visión a medio y largo plazo -aquí mi más claro pesimismo-.

Más allá de la poca cultura de diálogo, sensibilidad, respeto, escucha y empatía de la que gozamos en España, me gustaría presentar una idea que me impacta. Tal vez es una idea simple y evidente, pero no menor; detecto un miedo recurrente a la democracia que comparten nuestros representantes políticos catalanes, españoles, hispano-catalanes y catalano-españoles… y también europeos. Y esto no es nuevo, durante la presente crisis socioeconómica hemos visto algunos ejemplos tales como un cambio express de la infranqueable constitución española, o el alzamiento a dedo de más de un gobierno tecnócrata en Europa, y todo ello sin preguntar nada a nadie. En pleno siglo XXI, en la base de la política que sufrimos se asienta una evidente desconfianza en la soberanía popular, donde el objetivo no es empoderar al pueblo sino llevar a cabo un programa político «representativo», substancialmente diferente al votado en las urnas.

Empezamos con España, donde los partidos de derecha y los de izquierda, casi en su totalidad, están en contra de que los ciudadanos de Cataluña decidamos nuestro futuro. No quieren ni siquiera discutir dicha posibilidad y se avalan en un dogma que se ha impuesto históricamente a base de puño y sangre, el de la unidad de España, o bien el dogma más común y políticamente correcto, el de la Constitución del 78. Además utilizan continuos argumentos para minimizar la participación ciudadana y la voz de un pueblo, tales como que en Cataluña estamos infectados por TV3 y por una educación nacionalista catalana. Interesadamente olvidan el resto de las cadenas nacionalistas españolas, o el detalle que el modelo educativo goza de un amplio consenso en el parlamento catalán, y olvidan todo esto para justificar sus hipótesis interesadas. El arco parlamentario español ya ha vetado el derecho a decidir de los ciudadanos de Cataluña, eliminando cualquier posibilidad de discutir y debatir sobre un conflicto histórico recurrente. Ya han dejado por escrito su miedo a la democracia.

Continuamos con Cataluña dónde con el argumento del derecho a decidir, el gobierno está promoviendo una respuesta ciudadana totalmente emocional y compulsiva con una gran falta de reflexión. Personalmente entiendo que el debate inicial debería dirigirse, más allá de hacia activar una posible decisión final respecto a independencia sí o no o a medias, que también, hacia la discusión del proyecto social y político a compartir en un futuro. Bajo la defensa de la democracia para poder decidir lo antes posible (en 2014), el gobierno catalán olvida que los ciudadanos necesitamos tiempo y contenido para poder discutir, escuchar y debatir ideas y propuestas, evaluar consecuencias y construir un proyecto de convivencia común que nos permita crecer a nivel global. El propio plan de la consulta nos lleva a decidir sobre un terreno incierto y vacío, nos lleva a decidir de un modo poco racional, y por tanto, muy poco democrático.

Finalmente, la Unión Europea está viendo como es utilizada políticamente por ambos gobiernos. Tanto Cataluña como España ante su falta de proyecto, amenazan con la protección o la desprotección del paraguas europeo. Visto lo visto, ninguno de los dos gobiernos y parlamentos tiene nada que ofrecernos, no les interesa lo que podamos pensar y prefieren amenazarnos con las consecuencias que nuestras hipotéticas decisiones tendrán para la UE. Nuestra inmadurez democrática busca desesperadamente el amparo de los que deciden, pero desgraciadamente para nosotros, los que deciden tampoco parece que les interese esto de la democracia. Parece ser que antes que la democracia existen otros valores más importantes para la UE, premio Nobel de la paz no hace mucho.

Ciertamente es un panorama difícil para éste y muchos otros conflictos. Nuestras democracias hace ya tiempo que están obsoletas, y necesitamos nuevos liderazgos y proyectos políticos que empoderen al pueblo y a la sociedad civil para poder decidir en mayor grado nuestro presente y nuestro futuro. A la vez, creo que es momento de que defendamos activamente nuestra voluntad de decidir sobre ésta y sobre muchas más cosas que nos ocupan y preocupan hoy. Mientras tanto, yo me quedo con mi optimismo innato, y practico mi profunda admiración por mi cultura y la de todos los pueblos del mundo.

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