Crisis y crecimiento


Allá por el 2008, época en que yo trabajaba en el colegio como profe y era estudiante de máster en pedagogía, tuve el privilegio de asistir a una conferencia del sociólogo Zygmunt Bauman en Barcelona. Para mi fue una experiencia vital escuchar a ese señor con aspecto desangelado, tipo Einstein pero más mayor y más despeinado, diciendo cosas tan brillantes de un modo calmado y enérgico. En la parte final de su intervención nos dijo que iba a hacer una cosa esotérica en la que siempre deberíamos desconfiar, iba a predecir el futuro… y dijo:

«Si las cosas siguen igual, y todo parece indicar que si, nuestros jóvenes van a vivir momentos intensos. Hay que recordar que la mayoría de la generación actual de jóvenes nunca ha experimentado penurias reales. Nacieron y crecieron en un mundo en el que podían encontrar cobijo bajo un paraguas producido y mantenido socialmente, a prueba de agua y de viento que parecía que iba a durar para siempre y protegerlos de las inclemencias del tiempo, las lluvias frías y los vientos helados, y también en un mundo donde cada mañana prometía ser más soleado que el anterior y generosamente salpicado de maravillosas aventuras… Pero mientras hablo, nubes densas se ciernen sobre mi discurso. Podría ser que estas condiciones alegres y optimistas, llenas de promesas, que los jóvenes han llegado a pensar que son el estado «natural» del mundo, no duren mucho más. Puede que sea inminente una depresión económica más profunda que las crisis que experimentaron en su juventud la generación de los padres. Por lo tanto, es demasiado pronto para decidir cómo encajarán las visiones del mundo y las actitudes arraigadas de los jóvenes de hoy día en el mundo que ha de venir, y también como encajará este mundo en sus expectativas arraigadas«.

Delante teníamos a un hombre de unos 85 años que había entrado en la sala de la mano de su mujer, un sociólogo hablando de educación que había vivido en diferentes países y hablaba no sé cuantos idiomas, y que había sobrevivido a guerras civiles, mundiales y sus correspondientes postguerras. Nos hablaba ya en 2008 de una crisis en la postmodernidad que haría temblar el estado de bienestar y pondría a prueba las capacidades de los jóvenes, es decir, nuestras capacidades para tirar adelante. En ese momento no le di la mayor importancia a esta idea, jamás imaginé vivirla en mis propias carnes y ser yo aquel joven postmoderno ante un reto nuevo y especialmente complejo.

Últimamente ando pensando en cómo afrontamos la crisis y qué papel juegan los grandes altavoces sociales y especialmente políticos. El paro, el aumento de la pobreza en el país, los recortes en el estado del bienestar, las dificultades para llegar a fin de mes, desahucios… todo esto y más son consecuencias evidentes que nos afectan duramente a algunos más que a otros. Mientras tanto nuestros políticos nos mandan callar y aguantar el chaparrón sin más, a la vez que los medios de comunicación nos bombardean con las penurias más desoladoras de los últimos tiempos, metiendo el dedo en la yaga, golpeando duro… que si los jóvenes en el paro, los que se marchan al extranjero porque aquí no hay posibilidades de trabajar, que si han aumentado estrepitosamente las plazas en los comedores sociales, corrupción, sálvame de luxe… Mi impresión es que, inconsciente o conscientemente, se está sembrando una negatividad que se siente, se huele y se puede tocar, una depresión general que se retroalimenta y hace la pelota aún más grande si cabe.

De este modo, esta pelota sugestiva nos paraliza y nos tiñe de negro tizón nuestras expectativas de futuro y con ello, se lleva por delante nuestra salud emocional y nuestras fuerzas para tirar hacia delante. Es curioso, la paralización social, la voz dormida, el silencio de los que ni les va ni les viene… En fin, la realidad que quiero exponer es que tan cierta es la crisis económica como que hoy vivimos en una sociedad donde existen más alternativas y posibilidades que nunca, y a pesar de esto, nos están haciendo creer día a día que vivimos en una pecera redonda y pequeña junto al resto de los peces naranjas, sin duda una tremenda irresponsabilidad social.

¿Y que pasa con los jóvenes de la postmodernidad? con aquellos que llevamos ese paraguas anti viento y hemos visto que también éste se rompe… aquellos que han de tirar sus vidas, sus familias y esta situación hacia adelante… Sinceramente, no tengo respuesta alguna, lo que si tengo claro es que nuestro contexto político no ayuda, no existe proyecto, visión de futuro sobre los recortes, no hay confianza en que estamos haciendo lo correcto para mejorar la situación, y más bien existe una desconfianza generalizada en la política, en el país, en los bancos, en los servicios, en Alemania y más allá. Es decir, urgen liderazgos preparados para generar confianza y visión de futuro… la pregunta sería, qué visión?

Pero, seguimos siendo nosotros los mejor preparados académicamente de la historia del país, una generación capaz de aprender y adaptarse a las nuevas realidades, y si podemos adaptarnos al momento a la nueva versión de android para nuestro smartphone, a nuevos trabajos y a nuevos entornos en general, tenemos los mimbres adecuados para adaptarnos a nuevos escenarios sociales. Puede que la carencia general sea un impedimento (de nuevo, para algunos más que para otros) pero a la vez es una oportunidad para dar lo mejor de nosotros. Tal vez ahora valoremos realmente los recursos públicos, cuidemos el metro, los parques y desarrollemos una conciencia social antes difuminada por una idea errónea de que lo público es del estado, y no mío. Tal vez ahora innovación y justicia social vayan de la mano. Es momento de valorar aquello que tenemos y que conseguimos con nuestro esfuerzo, valorar aquello que compramos y aquello que compartimos. Es momento de tener claro que todo está por inventar, que el mundo está a un sólo click, que la democracia sólo es mejorable con nuestra implicación y que, por supuesto: merecemos una clase política mucho mejor… jóvenes con nuevas visiones.

Pues sí, ahora entiendo a mis abuelitas como cuidan y cuidaban las cosas y lo que les duraban… ellas sabían bien lo que les había costado tirar hacia adelante. Tenían, como Bauman, esa visión global del mundo y de la vida que nosotros empezamos a tener.

Una respuesta a “Crisis y crecimiento

  1. Lo peor de todo esto, sin duda, es que no hemos nunca aprendido a vivir como se nos esta planteando el futuro…… somos incapaces de reaccionar a esta ola de desolación…… supongo que necesitamos tiempo para digerirlo, que el estado de shock se pase y que los gobiernos hagan algo para amortiguar de una vez el golpe. Repartir la pobreza y la riqueza creo que seria la mejor solución….. pero por desgracia, nuestra vieja nihilista europa no parece estar preparada para esto. Al igual que nosotros no parecemos estar preparados para la sociabilización de las penurias y las alegrias. Qué de premios nos toca recibir !!!! y siempre con el pulidor detrás !!!! un abrazo llorch

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