Cuando todo vale


Hace ya tiempo que incluí el Futbol como categoría del blog, pero hasta hoy no había encontrado el momento ni me había apetecido escribir sobre el tema. El deporte es parte de mi vida y soy un apasionado moderado del futbol. Hará un mes y poco pensé que la tormenta de clásicos que enfrentaba a Barça y Madrid en las tres competiciones en un plazo de tres semanas daría pie a una buena reflexión, y que inspirarían alguna entrada. Lejos de ser así y tras el horrible espectáculo librado en el campo y más allá de los terrenos de juego, decidí escuchar…

Haciendo un gran esfuerzo para acercarme a esa desagradable tormenta desde fuera de la matriz moral, dejando fuera mi traje de culé -si es que es posible-, son pocas cosas interesantes las que he leído, pero una me ha llamado la atención: La reflexión de José Ramón Ubieto (Psicólogo clínico y Psicoanalista) en su blog de La Vanguardia, titulada ¿Desde cuándo sólo vale ganar?… que dice:

«La época actual hace ya tiempo que ha impuesto un nuevo lenguaje donde los términos ganar y perder aparecen en primer lugar como palabras clave para definir los objetivos y “valores” de los sujetos. Obtener resultados por encima de cualquier otro valor, ético o estético, es una exigencia, un imperativo que nos indica cómo la satisfacción está estrechamente ligada al consumo de bienes y objetos. El dinero es el patrón, por supuesto, pero no es lo único a ganar, aunque sea su referencia principal.

Ese afán de consumo y acceso a la propiedad se interioriza desde la infancia y contamina la realidad que nos circunda: el ocio, el deporte, el rendimiento académico, la sexualidad y las relaciones sociales. El deporte, y sobre todo el fútbol como “deporte rey”, es el escenario privilegiado donde el espíritu resultadista brilla más. No sólo por la cantidad de focos que lo iluminan sino porque las grandes celebraciones deportivas son hoy algo más que un deporte, son sobre todo un espectáculo con todos los ingredientes de la vida humana: desafío, pasión colectiva, erótica de los cuerpos musculados, violencia ritualizada e idolatría del triunfo y del héroe.

Nada queda libre ya de esa contabilidad del goce al que aspiramos y que siempre nos parece menos del que podríamos “ganar” si fuésemos algo más eficaces. Nuestra productividad nos devuelve una imagen poco eficiente de nosotros mismos, una imagen que siempre deberíamos mejorar gracias, sobre todo, a la tecnología, empezando por la que se ocupa de la imagen corporal.

¿Qué hay de malo o patológico en este afán de ganar? ¿No es acaso el estímulo de la competición lo que permite dar lo mejor de nosotros mismos, sin menoscabo del rival ni de las reglas de juego? El problema es cuando aislamos el término ganar del resto de palabras y queda como una justificación en sí misma, sin otra referencia: ganar, ganar, ganar. Ese término funciona entonces como un imperativo ante el cual toda acción queda justificada porque es un mandato sin piedad: ¡ganad, malditos!

¿Qué otra cosa podemos contar, entonces, sino los indicadores de esa ganancia? Ganar o perder –parece que no hay otras variables- en una secuencia ininterrumpida, son acciones cada vez más silenciosas, aunque paradójicamente resulten ruidosas en algunos casos por las celebraciones colectivas. Apenas hay épica de los héroes porque la prisa anula cualquier significado y deja sólo el resultado.

Ganar es el paradigma de nuestra época y por ellos sus adalides son admirados y vitoreados, con la misma pasión que vilipendiados cuando pierden. El héroe actual, objeto de admiración por unos y otros, parece ser aquel que muestra sin tapujos, sin vergüenza alguna, la voluntad de ganar. Ese impudor, que algunos maquillan como si se tratase de un cálculo estratégico, ocupa ya un lugar central en nuestra civilización. Pero lo cierto es que de esas “hazañas” y de sus protagonistas sólo queda el resultado, una cifra muda sin significación alguna a transmitir».

 Ni sólo vale ganar, ni todo vale para ello. Si vendemos nuestra alma por un resultado dónde quedamos nosotros mismos, dónde queda el futbol y dónde quedan los valores deportivos que tanto aportan… dejo mi valoración técnica sobre el juego de Barça y Madrid para otro día, y me quedo con esta reflexión… y con una viñeta de Caye, dónde se recreaba el gol de Messi en el Bernabeu driblando a cinco jugadores y marcando el 0-2, en el dibujo los del madrid eran conos ante el paso de Messi, mientras messi corregía -si, pero conos que pisan-. 

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