Eduard Punset nos descubre de una forma clara, incisiva y virtuosa los vestidores de la ciencia, algunos de los interesantes entresijos del mundo en el que vivimos. Y lo hace de la mejor de las maneras según mi opinión, no simplemente contribuye a un más y mejor saber sinó que nos engancha a esa perpetua indagación y nos hace más curiosos. Aprendamos los maestros y científicos del mundo mundial! Sr. Punset, gracias por sus tres brillantes libros, y aún más gracias por su programa Redes, su entusiasmo es una semilla muy poderosa
En una entrevista en La Vanguardia de hace unos días el Sr. Punset se preguntaba…¿Por qué a mis nietas no les hacen distinguir entre la ansiedad y el miedo? La educación emocional se convierte en los últimos años en una piedra angular para nuestro desarrollo como personas inherentemente acompañadas por más personas. ¿Miedo o ansiedad?… como alumno en mi educación obligatoria tuve grandes profesores que se dejaron la piel en su trabajo, sin duda. Pero jamás ningún profesor o profesora me enseñaron qué era el miedo, más bien me alentaron superficialmente a reprimirlo. Tal vez podrían haberme explicado lo trascendente que resultaría la relación con mis propios miedos para tomar decisiones vitales. Tal vez ese gesto me hubiera aportado habilidades para discernir entre lo que quería y lo que no quería ser, entre lo que quería o no quería hacer. Tal vez conocer que la ansiedad es algo con lo que hemos de aprender a convivir y empezar a aprender maneras de apaliarla o escucharla hubiera sentado una base para en un futuro aprender más deprisa y mejor.
Está clarísimo que la escuela no debe asumir el 100% de los aprendizajes, la sociedad educa hoy más que nunca, pero puestos a priorizar mi experiencia como persona y como profesional me hacen intuir seriamente que el camino hacia uno mismo ha de ser el que hemos de iluminar des de la educación, el camino hacia uno mismo al lado de los demás. En el colegio nos decían que la vida es dura y el chocolate espeso, nada sobre el qué, el porqué ni el como… y mientras nos decían ese refrán que tanto sentido le vehían, yo miraba a mis amiguetes y reíamos mientras por mi cabeza pasaba una taza calentita de chocolate desecho con churros de la Churrería Elena.